13 de septiembre de 2013

Capítulo 2O



(Tú)— No, no estoy de acuerdo con eso —dije molesta—. Solo empeoraste las cosas, Santiago. ¿Sabes qué? Estoy enojada y… vete ya: no quiero verte —bufé.
    Santiago— ¡Yo no tengo la culpa! Bill malentendió lo que le dije: es obvio que tú no lo amas —dijo triste.
    (Tú)— ¡Pero se lo dijiste muy convencido! —exclamé y me cruce de brazos— Intentaste hacer que él me gustara, y ahora estoy con él por lástima: es un pobre chamaco en busca de amor que nunca le voy a dar.
   Santiago— ¿Y tú qué? No se lo impediste: tú misma lo aceptaste —dijo irónico.
    (Tú)— Porque él estaba convencido de que sí aceptaría aún escuchado que no me gustaba. Me besó el maldito y acepté, ¡pero eso no importa ahora! Lo que hiciste se llama traición y sabes que eso yo lo detesto, lo odio: es algo que no perdono, Santiago Alexis Care —lo miré.

    Me miró asombrado por lo que dije.

    Santiago— Entonces, ¿va en serio esto? Tú nunca me habías llamado así —dijo sorprendido.
    (Tú)— Va en serio —asentí con firmeza.
    Santiago— ¿Quieres que vaya a ver a Bill y le diga que terminen esa relación que te va a desgastar física y emocionalmente? Puedo ir para no estar peleado contigo: jamás, jamás no peleamos así —susurró.
    (Tú)— No, no, no. Nada de eso —suspiro—, vete, por favor: me conoces cuando estoy enojada. Vamos, vete. Cuando se enfríen las cosas ya hablaremos.

    No dijo nada y se acercó a mí, se puso en cuclillas y tomó mis manos. La situación se había ido algo lejos.

    Santiago— Jamás quise ponerte en una situación así pero… Bill se ve tan feliz cuando te menciona: lo da a notar mucho. Yo… solo, lo siento ¿sí? No fue mi intención.

    Guardé silencio y miré la puerta, él asintió y se fue.
    Y eso fue un resumen de lo que pasó ayer cuando Santiago llegó a mi casa de sorpresa. Suspiro y continúo contando las inmensas cajas llenas de tomates: lo he hecho ya 4 veces seguidas y aún no llego a un total. Tanto pensar en lo que pasó ayer me afecta: no presto atención; con éxito termino de contar las cajas: 259. Ni más ni menos. Las anoto en un I pad y empiezo con las cajas de tomates verdes; con ‘Yesterday’ de los Beatles sonando llego a tranquilizarme un poco.
    Jon cuenta el número de vinos provenientes de Europa, costos y ganancias. ¿Saben? Esto es difícil: hacer en un inventario es aburrido.

    (Tú)— Jon, comienzo a hartarme: el jefe no ha llegado —bufo.
    Jon— Solo continúa contando porque luego te pasarás con las ganancias de esta semana, pérdidas, despidos y demás. Vamos, mujer: antes podías con todo. ¿Qué te está pasando ahora? —preguntó extrañado.
    (Tú)— No subestimes mi coeficiente intelectual, Jon —lo miro seria.
    Jon— Lo siento pero es la verdad —se encoje de hombros.

    Me irritaba que me dijeran que no capaz de hacer algo, casi diciéndome “eres una inútil, ya no nos sirves como antes”. Suspiro y comienzo a hacer tablas, ecuaciones, balances y gráficas de las ganancias, pérdidas, despidos y demás. Y aunque a veces me equivocaba al hacer cuentas siempre volvía a hacerlo: era paciente en este tipo de cosas pero también tenía mis límites, claro.
    Miro el reloj: 12.35 pm. He pasado 4 horas de intenso trabajo: cargando cajas, anotando datos, haciendo que trabaje mi cerebro y que aumente mi coeficiente intelectual, en fin. Termino de hacer las ganancias y pérdidas, y me paso con los despidos. Me ha sorprendido un poco cuantos se han ido de aquí voluntariamente y otros porque sí.
Me siento en un taburete y hago las gráficas. Ni creas que me llevé poco tiempo: me llevé una hora en total. Se me seca el cerebro. ¡Oh, Dios! Suena mi celular, lo miro rápidamente y rechacé la llamada: era Bill. Ahorita debía estar al cien en esto.
    Giro y escucho que tocan la puerta. El jefe. Jon va a abrir y entrar no sin antes saludarse cordialmente. Me levanto, dejo el I pad y lo saludó igual. ¿Te sorprendería saber que mi jefe tiene 29 años? Oh, sí: no es el típico señor de 45 o 50 amargado y estricto. Tal vez si es estricto pero en general buena onda: piel morena, ojos grises, cabello un poco largo y rizado de las puntas y castaño, 1.84 m de estatura, nariz perfecta, casado… y guapo. Las chicas que trabajan como meseras o ayudantes de cocineros mueren por él, cosa que me extraña un poco. “Tal vez porque tú ya tienes a Bill Kaulitz y te gusta ahora menos consideras al sensual jefe”, me dijo subconsciente burlona. Fruncí el ceño e hice a un lado a mi conciencia. Bueno, puede que ya tenga a Bill Kaulitz: no necesito a nadie más. Reacciono por lo que digo y me pellizco sin que Jon o el jefe me vean.
    ¿No te he dicho el nombre del jefe? Ahh, bueno: se llama Travis. Nos llevamos bien.

    Travis— Muy bien chicos, ¿cómo vamos? —preguntó sonriente.
    (Tú)— He terminado ganancias, pérdidas, despidos, balances de todas ellas, gráficas y… ya —suelto una risita.
    Travis— Perfecto: voy a revisarlas —hace un gesto con la cabeza—. ¿Y tú, Jon? —lo mira.
    Jon— Casi termino: es increíble que (Tú) me haya ganado —dijo desconcertado.

    Travis solo río y tomó el I pad para ver mi trabajo mientras yo miraba a Jon burlona, luego fui a ayudarlo. Jon no es de tener paciencia: si algo no le sale casi deja todo ahí botado y se va; conmigo al menos va aprendiendo a controlar eso.

    Travis— Estupendo, (Tú): creo que volver acá te ha puesto más activa —sonrió satisfecho.
   (Tú)— ¿Oíste eso, Jon? —suelto una risotada.
    Jon— Cállate, (Tu primer apellido).

    Río. Miro el reloj nuevamente: 1.56 pm.

    Travis— Supongo que ya puedes irte, (Tú): encantadísimo de que volviste —me dijo maravillado.
    (Tú)— Gracias.
    Travis— Creo que te necesitaré más seguido para esto y otras cosas —me guiña un ojo.

    No lo di a notar pero eso me dio algo de miedo; lo tomé sin importancia, me colgué mi mochila, me despedí de ambos y salí de ahí. Bueno, debo cumplir mi palabra: a ir a visitar a… ugh, ‘mi novio’. Tardé aproximadamente media hora en llegar, entré al hospital y mi celular sonó, rechacé la llamada y me adentré al elevador. Ya adentro me reí por la música típica de los elevadores, me percaté de una cámara a mi lado superior derecho, la miré y sonreí alegre.
    Ya saliendo del elevador saludé a todos: a las recepcionistas, a las enfermeras, a los doctores, a los enfermos incluso, a todos. Grata fue mi sorpresa al encontrarme con Shannon y su tía: que guapa era la tía. Casi parecida a Shannon.

    (Tú)— Hola, Shannon —sonrío.
    Shannon— Ey —me miró—: por qué vienes tan contentilla ¿ah?
    (Tú)— Aprovecho mis últimos minutos —río.
    Shannon— Que grosera —entrecierra sus ojos—. Como sea, (Tú) ella es mi tía Marilyn; tía, ella es (Tú).
    (Tú)— Su sobrina me ha hablado mucho de usted, buenas cosas claro está.

    Las tres reímos. Más grata fue mi sorpresa encontrarme a Bill paseando por ahí… junto con Santiago. Mierda, mientras no haya venido a regarla. Shannon se giró y luego me miró socarrona. Bufo. Cuando Santiago, Bill y yo chocamos miradas nos sorprendimos.

    Shannon— Uy, aquí viene el novio —murmura divertida.
    (Tú)— Puedo correr al elevador ¿eh? Estoy a escasos metros de él —la miro divertida.
    Shannon— Ok, ok: ya —se encoje de hombros.

    Bill sonrió y se acercó a mí felizmente mientras Santiago lo seguía algo incómodo: para algo vino este tipo. Solo no le des importancia: que Bill no note el cambio, pero seguro Santiago ya le contó todo. Me abraza el chico rubio y me besa la frente, lo paso mis brazos por su cintura sonriendo casualmente.
    Marilyn nos miraba con detenimiento: algo se decía en su mente. Pero más me miraba a mí, ¿es que acaso era muy notorio que no quería a Bill como novio? Soy un fracaso fingiendo.

    Santiago— Uh, (Tú) —dijo.
    (Tú)— Santiago —sonreí.

    Él se sorprendió ante mi actitud.

    Marilyn— Se ven muy felices —nos dijo a Bill y a mí—. ¿Lo quieres mucho verdad muchacha? —me miró tranquila.
    (Tú)— Ah, sí. Sí, claro —asiento.
    Marilyn— Entre más lo niegues más lo vas a sufrir —dijo en español.

    Abro mis ojos como platos. ¿Hablaba la señora Marilyn al tanteo o…? Parece estar tan segura de lo que dice.
    Suelto una risita nerviosa. ¿Cómo es que puede hablar español? Los demás no entendieron nada de lo que dijo.

    Bill— Parece que la señora y tú ya se llevan bien —intervino.
    (Tú)— Sí, creo —digo confundida.
    Shannon— Bueno, antes de que me maten de amor ustedes dos la tía Marilyn y yo tenemos que irnos: solo íbamos a dar una vuelta —ríe—. Señor Kaulitz, Santiago, (Tú) —nos mira—: adiós guapetones.
    (Tú)— Claro.

    Las vi alejarse poco a poco y luego lancé un suspiro.

    Bill— Entremos a la habitación ¿no? —pregunta sonriente.
    (Tú)— ¿Puedes adelantarte? Tengo que decirle algo a Santiago.
    Bill— De acuerdo —sonríe.

    Me da un beso corto y luego se va tranquilamente. Ahora solo éramos Santiago Care y (Tu nombre completo); las cosas ya estaban frías, así que hablaríamos con calma.

    Santiago— Sigues enojada —concluyó.
    (Tú)— ¿Le contaste a Bill algo sobre lo de ayer? —lo miré, metiendo mis manos en los bolsillos de mi short.
    Santiago— No, lo juro —dijo.
    (Tú)— Entonces esto no pasó nunca ¿vale? —sonrío de lado— Supongo que me gusta el drama y todo lo vuelvo más difícil y complicado, pero agarraste enojada —me encojo de hombros—… Lo siento, ¿sí? No quiero perder mi hermandad por mis idioteces.

    Santiago no dijo nada, suspiró y me abrazó fuertemente.

    Santiago— Tienes razón: todo lo vuelves muy complicado —dice burlón—, pero aún así te amo —noto que sonríe.
    (Tú)— No digas eso que me harás llorar —digo, fingiendo emoción.
    Santiago— Muérete —bufa.

    Río, nos soltamos y sonreímos. No puedo creer que en tan poco tiempo nos hayamos perdonado. Antes de entrar a la habitación le digo:

    (Tú)— Para la otra cuida a tu boca.
    Santiago— Seguro.

    Abre la puerta y entro yo primero luego Santiago, vemos a Bill tratando de acomodarse el delgado tubo del suero, nos mira y sonríe frustrado. Niego con la cabeza y le ayudo.

    Santiago— Con (Tú) deberás aprender a controlar la impaciencia —espetó.
    Bill— ¿No te gustan las personas impacientes? —miró con sus cejas alzadas.
    (Tú)— Me desesperan un poco, pero tú serás la excepción: aunque de todos modos deberás controlar eso —sonrió.

    Ya terminado de ayudarle con el suero se acostó y nos miraba sonriente; me senté en la cama y Santiago estaba en el sofá, mi mano la tenía bien tomada Bill como no queriendo soltarme nunca.

    Bill— Ustedes dos se parecen tanto: le has pegado el gran sentido del humor a Santiago, cariño —me miró sonriente.

    Santiago me miró confundido: ni él ni yo nos acostumbramos a aceptar que yo tenía un novio que me decía cursilería y media.

    (Tú)— Digamos que sí: Santiago antes era de los nerds súper organizados —río.
    Santiago— ¡Oye! Eso no es cierto: solo me gusta mantener orden en lo que hago —dijo ofendido.
    (Tú)— ¿Quieres que le diga a Bill como eras antes? Ya sabes que siempre digo la verdad —lo miro retadora.
    Santiago— Ni te atrevas —me fulminó con la mirada.

    Me tapo la boca con la mano y río. Este tío era un caso.

    (Tú)— Usaba ropa totalmente planchada y doblada junto con unos lentes que bueno… Para que te cuento, Bill —sonrío.
    Santiago— ¡(Tú)! —chilló.
    (Tú)— Solo dije el 5% de como eras —sonrío.
    Bill— (Tú), suficiente: no quiero ver a Santiago llorar —dice burlón.
    Santiago— ¿Ah, sí? Pues al menos no me perdía 3 veces por día en Nueva York —dice burlón.

    Lanzo una risotada.

    (Tú)— Lo mío tiene justificación, bruto: yo era nueva aquí y no conocía bien la ciudad —dije.

    Santiago hizo un puchero y no dijo nada mientras que Bill solo disfrutaba de todo el show que habíamos armado. Por un momento no sentí a Bill con nosotros —soy tan mala— y me eso sentir… bien.

    Santiago— Tonta —entrecierra sus ojos—: siempre me ganas.
    (Tú)— No siempre —niego con la cabeza y luego miro a Bill—, vamos, Bill: habla. Solo faltas tú.
    Bill— Realmente no sé qué decir, pero sigan hablando ustedes: me gusta lo que hacen —sonríe.
    (Tú)— No, nosotros ya hablamos suficiente… te toca a ti —frunzo el ceño.
    Santiago— Vamos, Kaulitz, no seas nena —intervino.
    Bill— Shh, guarda silencio, nerdaso.

    Todos explotamos en risas descontroladas.

    (Tú)— Venga, hombres, basta de burlarse —carraspeo mi garganta—… Vamos, Bill: háblanos de algo.
    Bill— ¿Por qué mejor no hablas de ti? —preguntó.

    Miro a Santiago.

    (Tú)— Bill, ¿sabes historia mundial? —le pregunté— Yo soy una nerd para esa materia —dije.
    Bill— ¿Esto tiene que ver contigo? —inquirió.
    (Tú)— Claro —asentí.
    Santiago— (Tú) es una diosa para la historia: sabe mucho —comentó—, puedes preguntarle cualquier cosa —dijo.
    Bill— ¿Cualquier cosa? —me miró.
    (Tú)— Haré el intento de responderte —me encojo de hombros.

    Bueno, al menos he desviado la atención de Bill en mi persona. Comienza a pensar buscando formular una pregunta.

    Bill— ¿Cuántas personas logró matar Adolf Hitler? —preguntó.
    (Tú)— Junto al ejército nazi y al pueblo alemán de aquél tiempo gracias al destino manifiesto de Hitler, este logró matar aproximadamente 70,000 judíos en… 6 o 7 años, no lo recuerdo bien, pero fueron cerca de 70,000 judíos —asiento.
    Santiago— ¿Qué es ‘destino manifiesto’?
    (Tú)— Cuando lo que dices no está bien ni mal pero es válido o utilizas el convencimiento para llevar a cabo la acción que te plazca —miro a Santiago.
    Santiago— Hitler era un imbécil.
    (Tú)— Sí, de hecho es considerado como el creador de la segunda apocalipsis, o algo así.
    Bill— Me impresionas. ¿Cuáles eran las mayores potencias durante la segunda guerra mundial?
    (Tú)— Estados Unidos y Rusia —contesté
    Bill— ¿Primer presidente de México? —inquirió.
    (Tú)— Guadalupe Victoria.
    Santiago— ¿Con qué canción se hicieron famosos los Beatles? —intervino.
    (Tú)— Con ‘Love me do’ a finales de los 60 —digo.
    Bill— ¿Quién fue Alejandro Magno? —dijo.
    (Tú)— Fue hijo del rey Filipo de Macedonia: ambos fueron aprendices el filósofo Aristóteles.
    Santiago— ¿Qué ciudades fueron atacadas por la bomba atómica que lanzó Estados Unidos?
    (Tú)— Hiroshima y Nagasaki —asiento—. Ahora les pregunto a ustedes: ¿de qué científico famoso proviene la ‘pasteurización’?

        Ambos se miraron y no dijeron nada.

    (Tú)— Son unos tontos: viene del gran científico francés llamado Louis Pasteur —sonrío.
    Santiago— Eres una genio —dijo asustado.
    Bill— Me sorprendes.

    Pasó el rato y seguimos platicando de cosas graciosas que nos pasaba de cuando niños; Bill hizo sus múltiples intentos de querer sacarme información pero siempre busqué la forma para que olvidara su objetivo. Todo el rato fue de risas, quejas, sonrisas y risas.
    Reímos cuando Bill dijo algo que no debía e hizo que este se pusiera rojo como tomate, cosa que me causó mucha ternura.
    Luego todo termino al ver como Simone, sí, Simone entraba a la habitación.

    (Tú)— Perfecto, Santiago y yo nos vamos —dije.
    Bill— No, esperen, (Tú)… No se vallan.
    Simone— ¿Acaso no querías verme, Billy? Soy tu madre —exclamó ofendida.
    Bill— No discutas ahora, por favor —suspiró.
    (Tú)— Adiós —dije irónica.
    Bill— No, mi mamá se va: tú eres mi novia y Santiago mí cuñado así que se quedan —ordenó.
    Justo antes de que Santiago y yo saliéramos sentí que el cuero cabelludo me ardía: la señora y no tan salvaje madre de Bill me había jalado del cabello y me adentró nuevamente a la habitación. Parece que Bill también debe cuidar su boca. Bill gritó y junto con Santiago intentaron quitarme a la salvaje pero era inútil: me tenía bien agarrada de los cabellos.
    Si intentaba hacerle algo lo íbamos a lamentar ambas.

    (Tú)— Vamos, señora, suélteme: al parecer su hijito no le ha dicho de lo que soy capaz —dije comenzando a enojarme.
    Simone— No te le vuelvas a acercar a mi hijo ¿ok? Eres una trepadora que solo busca su dinero al igual que la otra llamada Frances —dijo rabiada.
    Bill— ¡Mamá! —gritó.

    Simone no escuchó, me soltó y luego me tiró una cachetada. Perdóname Frances, pero debo actuar por las dos. ¿Pasaste por esto o qué? La miré con furia y yo le regresé la cachetada, esta vez con el dorso de la mano: el dolor era más intento con esa parte. Además, había recibido peores golpes.

    (Tú)— Ni Frances ni yo somos unas trepadoras ¿estamos? Para la otra fíjese con quien trata: no importa que sea la madre de Bill… algún día se me va olvidar que lo es. Algún día podría amanecer confundida en este hospital —miro la habitación—. Ojalá y asiente cabeza: le está haciendo daño a su hijo… y a todos los que la rodean.

    Todos estaban sorprendidos; Simone estaba comenzando a sangrar del labio inferior. Perdónenme todos, pero la salvaje señora me calentó mucho —me referí a que me hizo rabiar— y sacó mi lado B. Esto no me había pasado desde hace 8 meses: que capacidad tiene la señora.

    (Tú)— Santiago, vámonos ya —dije

    Santiago no me hizo caso y yo salí, justo se acercaban los de seguridad a la habitación, seguí caminando y me encontré a Shannon ahí. Pude escuchar como Santiago hablaba con Bill.

    Santiago— Lo siento: (Tú) hizo lo que debía. Cuidado cuando la encuentras enojada.

* * *

Llegué a mi casa junto con el perro de Santiago aproximadamente a las 5.00 pm. Ya no estaba tan enojada: tenía que dejarlo correr aunque me costara. Recuerdo que antes de que entráramos al elevador Bill me alcanzó y me besó rápidamente y no dijo nada respecto a la salvaje de su madre, se despidió con normalidad y luego regresó a la habitación. Todos quedaron asombrados al vernos juntos.
    Cuando salimos del hospital grité y dije infinidad de cosas, pero ahora estoy más calmada… y con una ligera cortada en mi labio inferior, justo en donde me dio la otra cachetada la señora. Tiene buena puntería.

    (Tú)— Ya estoy calmada, en serio —dije tranquila.
    Santiago— Yo opino que la interesada es ella: al ver que Bill es rico ella utilizará sus dotes de “madre” y se quedará con lo que pueda —comentó.
    (Tú)— Que se joda —bufé.
    Santiago— Y a todo esto: ¿era en serio lo que dijiste? ¿Que un día te olvidaría de que era la madre de Bill y la… golpearías?

    Asiento tranquila.

    (Tú)— Hablaba en serio, pero por ahora solo le dejé una advertencia: no hay de qué preocuparse —sonrío.






Perdón por la tardanza :s. Espero le vaya gustando la historia (suerte tendré si esta entrada se ve).

2 comentarios:

  1. AYY A MI ME GUSTA TU HISTORIA ES BUENA Y ESPERO MAS CUIDATE

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  2. oh, por dios...
    Me encantó
    De verdad que amo tu manera de escribir, me gusta mucho tu historia
    Espero lo próximo
    cuídate mucho bye

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Gracias por comentar(: